De todos modos, no hubo alarma por su salud: horas antes el Papa apareció en relativo buen estado cuando presidió la liturgia la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro, una ceremonia muy larga, de casi dos horas, después de la cual saludó a muchísimos de los presentes.
El Vía Crucis arrancó a las 21:15 horas y, en las dos horas siguientes, la cruz fue trasladada desde el interior del Coliseo hasta una elevación en los Foros Romanos, pasando por 14 estaciones que representan el camino de Jesús hacía su muerte. Para cada estación, Francisco escribió una oración, incluyendo una muy especial donde propone abrazar “la economía de Dios, que no mata, no descarta, no aplasta, es humilde, fiel a la tierra”, frente a “un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables”.
Ante la ausencia del Santo Padre, la oración fue encabezada por el Cardenal Baldassare Reina, Vicario General para la Diócesis de Roma. “La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días. Nosotros, Señor, por lo general vamos en dirección opuesta a la tuya”, expresa el texto preparado por Francisco. A continuación, el papa remarcó que “el Vía Crucis es la oración del que se pone en marcha, interrumpe nuestros recorridos habituales para llevarnos del cansancio a la alegría”.
La cruz fue llevada por distintos grupos que representan a diferentes sectores de la sociedad: jóvenes, trabajadores sanitarios, migrantes, personas con discapacidad, voluntarios, educadores y miembros de Cáritas.
Con la mirada puesta en la cruz, los asistentes rezaron por la paz y la unidad de la Iglesia Católica. Luego, en un momento de silencio colectivo, se leyó el texto donde Francisco pidió rehacer los lazos de la fraternidad: “Si hoy la Iglesia parece una túnica desgarrada, enséñanos a tejerla de nuevo con tu amor. Tú eres el verdadero Jubileo. Convirtámonos a ti, Jesús, que clavado, todo lo puedes”. Ante esas palabras, los fieles elevaron respondieron: “Enséñanos a amar”.